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Tuesday, December 2, 2008

Obama, presidente-electo: Reflexiones de una boricua desde Oregon

Obama, presidente-electo: Reflexiones de una boricua desde Oregon

por Irmary Reyes-Santos

A una semana de la elección presidencial, me siento a reflexionar sobre los resultados. Aunque en Oregon podemos votar por correo, es mi práctica—en cierta forma nostálgica—votar en persona en la oficina de la comisión electoral. Este año la exasperada crisis financiera, los años de invasión en el Medio Oriente y las discusiones sobre género, raza, y clase que emergieron dado el posicionamiento social de Sen. Hillary Clinton, Sen. John McCain, Gov. Sarah Palin, Sen. Barack Obama y Sen. Joe Biden le dieron una connotación especialmente histórica a estas elecciones y me motivaron aún más a votar en persona y documentar el proceso.

Varios de mis colegas, profesores universitarios, y yo fuimos a depositar nuestro voto en la comisión electoral y fotografiamos ese momento para la historia. Era claro para nosotros, sin saber el resultado, que estas elecciones transformarían nuestras discusiones sobre política racial en los Estados Unidos—incluyendo Puerto Rico—y posiblemente más allá de este país. Ahora me pregunto: ¿Cuáles son las repercusiones de estas elecciones en nuestro tratamiento de desigualdades sociales? ¿Cuáles son las repercusiones en nuestra compresión de cómo funcionan raza, etnicidad, clase y género en las políticas públicas del estado, investigaciones académicas y el salón de clases? Y, de manera muy personal, me cuestiono ¿qué me impidió imaginar que Obama conseguiría una una victoria rotunda?

Cual sería mi sorpresa el martes, 6 de noviembre, cuando a las ocho de la noche (hora del oeste) se declaraba a Barack Obama presidente-electo de los Estados Unidos. Mi sorpresa no era necesariamente porque Obama había salido victorioso en una campaña en la que fue definido como “terrorista” y “socialista”; en la que grupos de oponentes desearon su muerte en mítines políticos; en la que se descubrió un alegado atentado contra su vida y la de otros basado en ideales de supremacía blanca; en la que ciertos sectores de la población sintieron la necesidad de armarse dada su posible elección; y en la que universidades a través de la nación fueron testigos de incidentes de vandalismo representando linchamientos claramente de índole racial. En realidad, considerando la consistencia de su campaña y los tropiezos de la campaña de McCain, no me sorprendió tanto su elección como la rapidez con que fue proclamada. El apoyo que recibió Obama de una variedad de votantes es un elemento impresionante de su elección.

Aun así mi sorpresa e incredulidad continuó el día siguiente mientras caminaba en dirección a la universidad. Era un día de otoño típico en Oregon, mucha lluvia, nada de sol, y silencio, mientras todos buscan algún resguardo del clima. Aunque había verificado los resultados en el internet, sentía que ese día algo no encajaba en mi entendimiento de la realidad. Al ver el entusiasmo de mis estudiantes proponiendo un día feriado, me di cuenta que lo que no encabaja eran mis propias expectativas. Muy al fondo no creía yo que los estadounidenses elegirían—o elegiríamos—un presidente de ascendencia africana sin algún tipo de cuestionamiento del proceso electoral. En ese momento pude finalmente sentir un grado de satisfacción por lo que eso significaba. Se había derrumbado una barrera. Generaciones de estudiantes aprenderían y posiblemente se verían reflejados en la historia de Barack Obama, Michelle Obama y su familia.

Más allá del valor simbólico de tener una familia de afro-descendientes en la Casa Blanca, he reconocido que este proceso electoral ha dejado translucir que el pueblo estadounidense tiene cierta conciencia—no necesariamente afirmada pero latente—de las maneras en que diferencias de género, clase, etnicidad, y raza afectan las posibilidades de accesar círculos de poder y los recursos del estado. De otra manera, la representación en los medios de comunicación de la identidad racial de Obama, las nominaciones de dos mujeres, Clinton y Palin, y la extracción de clase trabajadora de Biden no hubieran tenido repercusiones en las campañas electorales. Hubo un escrutinio público de la manera en que Clinton y Palin eran criticadas, aun por comunidades progresistas, en términos que denigraban sus experiencias políticas y personales como mujeres. El día de las elecciones encontramos votantes aceptando que el prejuicio racial no les había permitido siquiera considerar la posibilidad de votar por Obama inicialmente. En medio de la crisis financiera, los medios de comunicación entrevistaban a estadounidenses que reconocían que el sueño americano no es igualmente accesible para todos y se rehusaban a aprobar la medida que utilizó fondos públicos para salvar a firmas financieras que habían participado en la creación de la crisis. En cierta forma, este año electoral ha incorporado al público en general en discusiones de desigualdad social que usualmente son silenciadas o ignoradas, excepto en medios de comunicación alternativos, organizaciones comunitarias progresistas y ciertos espacios en instituciones de enseñanza superior.

Aunque reconozco lo que hemos ganado como pueblo en este proceso electoral, la sensación agridulce que sentí al presenciar el discurso victorioso de Obama no me abandona. Esa sensación me recuerda tener un acercamiento crítico a los resultados de las elecciones. Tenemos que continuar haciendo preguntas. ¿Ha sido unificada la nación en este proceso? No. Mientras Obama gana con gran ventaja, una serie de batallas electorales a través de la nación fueron muy cerradas y requirieron otros conteos. Esta nación continúa estando dividida por una diversidad de intereses políticos relacionados a los derechos de los inmigrantes, entendimientos anglocéntricos de los Estados Unidos, derechos de la mujer y de comunidades gay y transgénero, la privatización de servicios sociales y educativos, la expansión de sistemas de justicia criminal y de sentencias mínimas mandatarias, agendas ambientalistas, la protección de corporaciones a costa del público, entre otros.

¿Cambiará la posición dominante y militarística de los Estados Unidos en relación al mundo? ¿Se eliminarán leyes que anulan derechos civiles y proveen amplios poderes a la rama ejecutiva en la llamada guerra contra el terrorismo? No necesariamente. Aunque Obama tiene una actitud conciliatoria y está abierto al diálogo con aquellos definidos como “el eje del mal” por la administración de Bush, también se ha comprometido a los ideales capitalistas que rigen nuestra política con el exterior y a la guerra contra el terrorismo—por ejemplo su apoyo incondicional a Israel. No es claro cuál será su tratamiento de la Alternativa Bolivariana para las Américas siendo implementada por Venezuela en colaboración con países caribeños y latinoamericanos. Todavía hay que ver cómo mantendrá o cuestionará proyectos corrientes que intentan desarrollar tratados de libre comercio con Latinoamérica en un esfuerzo liderado por los Estados Unidos para unir el hemisferio como bloque económico. Hasta ahora estos proyectos han apoyado la represión política de poblaciones indígenas en México y el desplazamiento de miles de campesinos en Colombia.

Y, ¿significa la victoria de Obama el fin—o mejoría—de la marginalización histórica experimentada por poblaciones de color en los Estados Unidos? No. El modelo multiculturalista que ha caracterizado tratamientos de diversidad racial y étnica en los Estados Unidos desde los ochenta en cierta forma nos permite entender cómo la elección de Obama no significa necesariamente una restructuración de la sociedad. Ha sido probado con otros personajes de nuestra historia reciente—como Collin Powell, Condolezza Rice y Alberto González—que la gente de color podemos ser incluídos en los mecanismos del estado, pero los legados del racismo no tienen que ser atendidos como una prioridad en la agenda política del estado. Multiculturalismo significa inclusión (a veces solamente como excepción), no igualdad de acceso. En cierta forma, uno de los retos que enfrentamos ahora es la afirmación de que la elección de Obama solamente prueba lo que ciertos multiculturalistas han argumentado por años: el racismo es una cosa del pasado. En este contexto debemos estar alerta para exigir atención del gobierno a las necesidades de nuestras comunidades locales y responder a cualquier reto que podramos enfrentar a leyes federales contra la discriminación racial y programas estatales de acción afirmativa para minorías. Debemos estar bien atentos también a la posible división de nuestras comunidades por políticas públicas que contraponen los intereses de ciudadanos e inmigrantes, minorías raciales, minorías sexuales, organizaciones ambientalistas y las clases trabajadoras. Se debe cuestionar la creencia común de que nuestras exigencias de justicia social para tod@s no están irrevocablemente ligadas.

Los próximos cuatro años presentan toda una serie de retos que requieren un marco político modificado para lidiar con una nueva realidad histórica. En mi salón de clase en Oregon tendré que transformar mi acercamiento a la historia estadounidense para incorporar discusiones sobre un presidente de ascendencia africana. Tengo fe en que mis estudiantes y tant@s otr@s, de la misma forma en que determinamos una gran parte de estas elecciones, asumiremos la responsabilidad de entender lo que estas elecciones significan para nosotr@s hoy y en el futuro.

1 comment:

Perla Negra said...

que bueno q lo publicaste. vale la pena leerte.